MENU
Los encuentros con los ocupantes de los ovnis no pueden ser ignorados; son demasiado numerosos…
Doctor J. Allen Hynek.
The Ufo Report.
Fenómeno Ovni / Noviembre 2021
Chilca y los encuentros ovni

Chilca es un lugar de contacto que opera desde tiempos ancestrales, pues se halla en medio de poderosas líneas de fuerza que conectan fallas geológicas submarinas con las entrañas de los Andes. Además, en el sector que denominan Huarochirí se han registrado viejas visitas extraterrestres, inmortalizadas en leyendas y escritos que describen esos importantes sucesos que deben investigar y “recordar”. Sí, te confirmamos que Pariacaca es una de nuestras bases. Poseemos instalaciones subterráneas en la zona (Reserva Nor Yauyos Cochas) desde donde organizamos estudios del Elemento Primero, examinándolo en todas sus manifestaciones posibles. Más adelante serán citados a este sector…” Ivika.

Desierto de Chilca, 5 de noviembre de 2021.

 

Ricardo González en el desierto de Chilca. Photo by Sol Sanfelice (2021).

 

He perdido la cuenta de las numerosas visitas que he realizado al desierto de Chilca, un silencioso paraje de la costa peruana que se sitúa a sesenta kilómetros de la ciudad de Lima. Uno de mis lugares en el mundo. Escribiendo estas líneas recuerdo mis primeros viajes. Éramos un grupo de adolescentes viajando con el entusiasmo a tope a bordo de una modesta línea de bus –los populares “maleños”–, que partía casi siempre fuera de horario desde el centro de la capital con destino al sur chico. Luego de una hora y media de viaje, nos bajábamos con nuestras pesadas mochilas en el puente de Chilca que cruza la Panamericana Sur, y desde allí iniciábamos una caminata de al menos tres horas hacia “la estrella”, un lugar marcado por el Grupo Rama para sus reuniones de contacto. Eran 12 kilómetros de trekking a través de un camino pedregoso y polvoriento que por largos tramos cruzaba el cauce seco del río Chilca, que se origina en los Andes.

Tal vez por esa vieja nostalgia, al volver a Chilca, el inolvidable 5 de noviembre de 2021, le pedí al chofer que habíamos contratado que nos dejara en la tranquera de la Agropecuaria “Mi Paula” (Plantel 153), propiedad de la familia Bravo, para iniciar desde allí nuestra caminata. Era el último punto de actividad humana antes de adentrarse en el desierto pelado. Por delante teníamos una hora y media andando para alcanzar nuestro objetivo, una zona que denomino “las ruinas”.

Se trata de un conjunto de cercos de piedra que descubrí a mediados de los años noventa y que sentía poderosamente volver a visitar. Fue casi por accidente cuando hallé en aquel entonces la explanada con las construcciones. Me topé con ellas cuando trataba de ubicar un lugar “marcado” por los intensos resplandores de las naves: “ellos” nos habían sugerido adentrarnos más en el desierto, “en el lugar en donde proyectamos la energía”, dijeron, para identificar allí una nueva zona de contacto. De hecho, en ese lugar se desarrollaron extraordinarias experiencias físicas con los extraterrestres.

Las “ruinas”, pues, resultaba un detalle interesante en el contexto. Estas sencillas edificaciones, al parecer,  se remontan a tiempos antiguos, probablemente cuando los pobladores del valle de Chilca se instalaban cerca a las crecidas originadas en los Andes para sembrar en la tierra fertilizada por los huaicos. Los hombres de Chilca eran expertos horticultores. Iniciaron esa actividad hace unos cinco mil años. Pero el desierto que hoy vemos lucía muy diferente en aquel entonces.

Imágenes de Ricardo González.

 

Ahora bien, cabe señalar que la cultura Chilca no solo se dedicaba a la siembra, la recolección y la pesca. Se sabe que su gente tenía una profunda vida espiritual, un patrón que vemos en prácticamente todas las culturas preíncas: la adoración al Sol, la protección de los Apus, la conexión con la Mamapacha y sus diferentes manifestaciones, los enterramientos mágicos y la creencia en un más allá, por citar solo algunos rasgos. De acuerdo a mis investigaciones, el desierto de Chilca es uno de los numerosos caminos de peregrinación que une la costa con los Andes. No es difícil de imaginarlo teniendo en cuenta que el importantísimo Oráculo de Pachacámac, a orillas del Pacífico, se encuentra a solo 40 kilómetros del pueblo de Chilca.

Caminaba por las “ruinas” del desierto y podía apreciar que en tiempos más recientes los lugareños las habían utilizado como refugio o corrales. En la actualidad, incluso, se distinguen marcas de motocicletas que pasan muy cerca de los vestigios y ascienden temerariamente los cerros. Hace un cuarto de siglo, cuando frecuentábamos esta zona, pocos aventureros la conocían.

 

Nuestras tiendas de campaña en el desierto. Photo by Diego Barrera.

 

Durante la noche, en nuestro pequeño campamento, le comentaba a mis compañeros de viaje las maravillosas experiencias que habíamos tenido en el desierto, entre ellas los ya referidos “fogonazos” que despiden las naves, tan potentes que podían iluminar el suelo y los cerros circundantes como si fuese de día.

Entonces, acto seguido a mi comentario, sucedió algo maravilloso…

Un objeto, intensamente naranja, como si fuese una bola de fuego, descendió a gran velocidad sobre la explanada de las ruinas. Lo hizo haciendo una “Z” imposible en el cielo mientras bajaba como un rayo. Y antes de tocar el suelo, para nuestra sorpresa, “aquello” lanzó un poderoso fogonazo que iluminó la explanada y los cerros cercanos, ¡tal cual como lo habíamos hablado segundos atrás! Quedamos maravillados.

Luego tuvimos otros avistamientos, menos espectaculares, pero quedaron registrados en mi cámara. Comparto abajo una captura.

 

Captura del clip de vídeo. Cámara SiOnyx Aurora de visión nocturna.

 

Chilca, como la describo en mi libro Lugares de contacto (2018, Luciérnaga), es una región que siempre entrañó los más profundos misterios. En 1970, María Soler Arrieta de Acervo se alzó como una de las primeras contactadas del lugar. Sus experiencias de avistamientos y los mensajes psicográficos que le enviaban los “apunianos” –de quienes ya hablaba en los medios de Lima Vlado Kapetanovic– se sucedían con frecuencia en su casa de Papa León XIII de Chilca. La vivienda se había convertido en una suerte de base de operaciones para adentrarse desde allí al desierto, exactamente hacia una zona que se le llamará más tarde “La Mina”, pero que los Acervo denominaban originalmente “el valle de los zorros”. Su hijo Juan, movilizado por todo lo que la familia estaba viviendo y animado por su madre, se acercará al IPRI para informar lo que les estaba sucediendo. Giorgio Piacenza, sociólogo y ufólogo peruano, fue quien me puso en contacto a fines de los años noventa con este histórico y revelador caso. Pero guardé silencio hasta el año 2016, cuando conocí a otros testigos que avalaban con lujo de detalles la historia de la familia Acervo. Sin embargo, más allá de este importantísimo caso, no sería hasta el año 1974 que Chilca empezaría a entrar en la historia ufológica mundial, y ello gracias a las experiencias de los hermanos Paz Wells y el Grupo Rama y, sin duda, el testimonio del periodista español J.J.Benítez.

           María Soler Arrieta de Acervo, "Maruja", la contactada de Chilca en 1970. Al lado, Vlado Kapetanovic.

 

Atesoro en mi corazón poderosas experiencias. Y guardo con mucho respeto y amor los momentos maravillosos que viví con tantas personas en aquellos inolvidables años. Más allá de mi espíritu analítico y auto-crítico como testigo de contacto, mi razón no nubla lo vivido.

Han transcurrido más de cincuenta años de experiencias de contacto en Chilca. Y creo que aún hay mucho por reflexionar, entender y descubrir.

De acuerdo a un mensaje de Ivika, la clave está en la ruta a los Andes, hacia los dominios del Pariacaca…

 

El gran Apu Pariacaca, otra de las "bases" de los apunianos.

Crédito de imagen: www.wawanadventures.com

COMPÁRTELO EN



regresar