Qué difícil compartir esta experiencia. La he meditado por semanas. Finalmente he entendido de que debo trasladar su mensaje. A alguien llegará, como siempre ha sucedido...
El 16 y 17 de septiembre de 2017, un grupo de veintisiete personas de distintos países acampamos en la famosa altiplanicie de Marcahuasi (4.000 metros), en la región central de los Andes peruanos. Era el primer viaje de esta nueva etapa de contacto e investigación que estamos realizando en ese misterioso bosque de piedras que dio a conocer al mundo el recordado Daniel Ruzo. Desde luego, había visitado anteriormente Marcahuasi, muchas veces. Pero este era un viaje distinto, incluso a pesar de tratarse, como digo, de una nueva “aproximación”. Por ello fui muy discreto en la ejecución del mismo, para que no se nos saliera de las manos.
Temas de investigación aparte, en la meseta “ellos” cumplieron: se mostraron a través de varios avistamientos en el hermoso cielo nocturno, hinchado de estrellas. Lo hicieron en el horario que habían marcado para avalar su presencia en el lugar, y de que enviarían un mensaje.
Y es ese mensaje –y un hecho posterior relacionado al mismo– el que deseo compartir.
Arriba: nuestro campamento al pie de la mítica "fortaleza".
Parte del grupo en el "Monumento a la Humanidad".
Comunicación recibida en Marcahuasi, 17 de septiembre 2017 / 19 horas.
Sí, escribe, estamos transmitiendo. Nos hallamos muy cerca, en operaciones. Disponemos de una instalación al este de esta altiplanicie. Marcahuasi, ciertamente, es una “ventana” que nos permite interactuar con ustedes y, al mismo tiempo, nos permite movernos hacia otros lugares a través de distintas dimensiones.
Hemos visto el interés que han depositado en las llamadas “zonas neutras”. Así llamamos a aquellos vórtices en donde tenemos estas operaciones: en esos puntos se pueden desarrollar importantes experiencias y su consecuente entrega de conocimientos, pues esos lugares son primordialmente centros de enseñanza. Estas “zonas neutras” las clasificamos por su nivel de interacción con ustedes, su influencia en el entorno –proyección en tareas de superficie–, y el significado y valor de lo que allí podría estar resguardado. Desde hace mucho el programa de contacto ha estado relacionado a estos lugares debido a que, para el desarrollo de las labores, necesitamos un ámbito en el que nos podamos manejar sin transgredir los acuerdos de acercamiento con humanos; y, también, siguiendo los exigentes protocolos establecidos que nos rigen. Acudir a una de estas “ventanas” es como visitar un mundo distinto, donde el tiempo, el espacio y los esquemas o espejismos del plano tierra desaparecen para dar lugar a una comunión con lo cósmico y ver más allá de cualquier limitación. En las “zonas neutras” surgen los nuevos acuerdos, se trazan las agendas futuras y se encamina la revelación de conocimientos, ya que todo ello fluye bajo los acuerdos o alianzas que previamente han sido aceptados por ustedes –antes de que experimenten la vida humana– y nosotros, los que los orientamos.
Las “zonas neutras” tienen una calificación de protocolo que va del nivel uno al siete, siendo estas lecturas cambiantes según la dinámica de actividad y radiación de la zona. En esta transmisión no detallaremos el nivel de cada uno de estos sitios que han venido conociendo en el mundo, pero sí les podemos informar que Marcahuasi ha sido elevada a un “nivel cinco” por su importancia actual, que resuena en el acuerdo que ustedes hoy simbólicamente representan. Y es que a partir de este instante ingresan a un proceso de diez años, que reportarán nuevamente aquí cuando en septiembre de 2027 hayan superado la coordenada del evento. Ya saben a qué nos referimos.
Ivika, en esta comunicación, se refiere a los lugares de contacto que habitualmente visitamos como “zonas neutras”. El nombre que eligió para explicarlo no es un accidente. En esos parajes se ingresa en un contexto imparcial de equilibrio. Como dice el nombre, son puntos “neutros”; esto es: no presentan ninguna característica de los “opuestos”. Se hallan en el justo centro. En otras palabras, en uno de esos lugares el testigo de contacto no está en la Tierra, ni en el lugar de origen de los seres cósmicos que allí operan, sino en un espacio neutro de intercambio. Enclaves famosos como el Monte Belukha, Monte Shasta, el Cerro Uritorco o el caso que ahora nos atañe, Marcahuasi, comparten esa condición al lado de muchos otros escenarios semejantes en todo el planeta. Luego, en este mensaje, la actual coordinadora de los extraterrestres de Alfa Centauri afirma que a partir de esta nueva expedición a Marcahuasi surge una cuenta regresiva para volver a la meseta, en septiembre de 2027. Un “acuerdo” que simboliza haber superado un “evento”: lo que podríamos llamar una suerte de “fluctuación” en la línea de tiempo de la Tierra, suceso que podría darse en agosto de ese año. Según los extraterrestres, superar esa coordenada en el tiempo asegurará procesos positivos para el futuro de la Tierra y la misión humana. Hace mucho “ellos” ya nos habían marcado la importancia de ciertos acontecimientos planetarios que podrían darse entre el año 2025 y el citado 2027 –que algunos asocian a un evento catastrófico, de origen celeste, no sin cierta base–, pero lo que aprendimos en la experiencia de contacto es que determinados eventos, sea cual fuese su naturaleza, se pueden modificar si existe la suficiente consciencia para transformarlos. Y ese mensaje quedaría patente en Marcahuasi con una situación que ocurrió al final de nuestra expedición…
En la psicografía, Ivika entregó algunas indicaciones para próximas tareas y finalmente agregó:
“Conocemos sus dudas, sus inquietudes y sus exigencias. Sabemos que es muy difícil para algunos de ustedes confiar en nosotros ya que no todos nos han visto. Sin embargo, consideramos que han tenido suficientes confirmaciones de todo lo que les hemos venido transmitiendo y revelando, como nuestro rol con la humanidad y nuestras auténticas y pacíficas intenciones. No pierdan, pues, su valioso tiempo: ha llegado el día de realizar lo que fue marcado desde hace mucho. Hoy es el momento de reorganizarse, de reagruparse, de encaminarse, pero desde una perspectiva nueva y diferente que les hará concretar todo lo que ya han iniciado, todo lo que han aprendido a lo largo de estos años en base al esfuerzo, el compartir, a ser y estar. Sí, y aquí estamos nosotros a su lado. Recuerden que la información les unirá y entonces, sabrán qué hacer, cómo, cuándo, dónde y con quiénes.
Desde muy cerca, Ivika y Antarel.
Volvimos de Marcahuasi muy reflexivos por la contundencia del mensaje, que como ya dije, fue apoyado por la presencia de “ellos” en el lugar. Nada nos hizo prever lo que venía.
Estábamos ya en Lima, en un conocido restaurant del hermoso barrio de Barranco, en una cena de despedida para los compañeros de otros países que vinieron a esta expedición. Entonces sonó el teléfono de nuestra amiga Débora de México. La noticia que le dieron fue demoledora: se acababa de producir un violento terremoto en el país y la escuela de sus hijos se había venido abajo…
Muy difícil describir esta situación.
Rápidamente las noticias empezaron a llegar desde el hermano país azteca: destrozos, derrumbes, preocupación. Y a ello se sumó la incertidumbre de no saber si los hijos de Débora se hallaban bien. Fue en ese momento en que “sentí” una “voz”, como un impulso, una “certeza”, que me decía que no solo sus hijos estaban bien, sino que, además, al haber estado nuestra amiga en este viaje a Marcahuasi, logró cambiar “su línea de tiempo” por una decisión importante que tomó. Una decisión que solo ella sabe. Dicho de otro modo: si hubiese estado en México durante el terremoto, Débora habría partido.
Me resultaba una locura transmitirle todo esto en medio del difícil contexto, con el grupo a su lado, conteniéndola. Pero fue más fuerte la sensación que me impulsaba. Así que se lo dije…
Seguidamente Débora se quebró en llanto, y allí nos dijo que había recibido un mensaje en Marcahuasi sobre ese cambio en su “línea de tiempo”... Ella sabía que venía un terremoto para su país y que si estaba presente durante el sismo, se marcharía… Lo más inquietante, es que quien le reveló todo esto, fue su “yo” hablándole desde el futuro…
A los minutos llamaron sus hijos. Su familia estaba bien. Fue un momento conmovedor.
Debo subrayar de que este es un caso increíble, ya que la familia y la escuela se encuentran situadas en el mismo lugar del epicentro del terremoto…
Ahora bien, al margen de que su familia había sobrevivido, Débora y todos nosotros nos hallábamos muy afectados por la tragedia en México. Aunque estamos de paso en la Tierra, y consideramos de que la muerte no existe, sino que es un proceso de transformación –o de “retorno”– hacia otras realidades, no somos insensibles al dolor humano. Muchos se preguntarán: ¿acaso no estaba todo escrito en el curso de los acontecimientos de la vida, sin posibilidad de alterar las “líneas”? ¿Es posible “modificar” el “destino” si un propósito superior lo dictamina así? ¿Qué es inevitable, y qué está sujeto a posibles mutaciones? Muy complejo de explicar ahora mismo. Pero debo decir de que estoy convencido del cambio en las “líneas de tiempo”. Yo ya lo viví… No se puede explicar, ni demostrar, pero es real. Algún día me animaré a profundizar en ese tema…
Lo importante es que en el grupo que fuimos a Marcahuasi comprendimos que la misma energía que afectó a un individuo para aplazar su fecha de partida en pos de una tarea en el futuro, es el mismo “ingrediente” que, sumado a otros, puede alterar la “línea de tiempo” de todo un grupo humano, una nación, o el planeta entero. Y de eso se trata el “Acuerdo de Marcahuasi”…
Si aún estoy en este cuerpo físico, y mi salud me lo permite como hasta ahora me ha acompañado en tantos lugares del mundo, en septiembre de 2027 estaré nuevamente en el “altar de los dioses”.
Arriba: el grupo completo que participó de esta expedición, en el campamento base ubicado en "La Fortaleza". Fotos de Cristian Belluco.