Fragmentos seleccionados de Protocolos de contacto, Ricardo González Corpancho, Tesseractum Editorial.
No es sencillo asimilar un encuentro cercano. Mucho menos transmitirlo.
El público, irremediablemente, se dividirá entre quienes consideran que eres alguien especial por haber vivido semejantes experiencias y los que te acusarán de loco, embaucador o mentiroso. Yo me hice cargo de lo que me sucedió en Perú. Pero he comprendido que no puedo convencer a nadie de mi testimonio. Mi tarea es solo compartir lo que muchos hemos vivido, por más fantástico que le pueda parecer a quien me escuche o a quien ahora mismo me lee. Sé que el tiempo, querido lector, será el único juez que dictará sentencia sobre la validez de estos contactos.
Volviendo al relato del incidente en Chilca, debo decir que, con el paso de los años, aquella frustrada experiencia en el desierto que tenía como objetivo mi visita dentro de una nave, se concretó, y en dos ocasiones. La primera en el mismo arenal del sur de Lima, a tres años y seis meses del primer encuentro con Antarel. De hecho, el gigante extraterrestre volvió a ser el anfitrión de este nuevo contacto que se desarrolló el 24 de febrero de 2001. Once años más tarde, ocurrió el segundo acceso a sus naves, solo que, en esa ocasión, el escenario fue otro: el bosque de Monte Shasta, el legendario volcán dormido que se alza al norte de California. En ambas experiencias, Antarel fue el principal interlocutor. También, en ambas ocasiones fui llevado hacia las entrañas de esos objetos a través del mismo modus operandi: un haz de luz sólido, proyectado al suelo, que me tomó y anuló cualquier efecto de la gravedad en mi cuerpo. Aquello logró trasladarme, en velocidad vertiginosa, hacia un ambiente circular inundado de una fantasmal luz blanca. Aparecí en un instante en ese espacio. Podía respirar sin dificultad. Pero hasta el aire que respiraba allí parecía ser parte de la misma luz, que no provenía de ningún elemento que pudiese identificar, sino de todas partes, del techo, suelo, paredes. Lo penetraba todo sin generar sombras. Nacía de toda la estructura que, por cierto, no mostraba bordes rectos. Tanto en el contacto de 2001 en Chilca, como en el de Monte Shasta en 2012, fui conducido hacia un espacio circular similar, blanco y minimalista. Pero, en esas experiencias, las conversaciones con ellos fueron distintas.
Y bien, el lector se podrá imaginar que las entrevistas con los extraterrestres dentro de sus naves no fueron experiencias nada sencillas de asimilar... Ya dije que el encuentro directo con estos seres supone un gran impacto psicológico. Vivir un encuentro cercano del cuarto tipo implica un terremoto emocional, un verdadero desmoronamiento de paradigmas. En suma, una crisis. Estos contactos en entorno extraterrestre son más prolongados y, además, son intensos en su naturaleza de información.
Admito que mi mente quiso sepultar esas experiencias. Y no porque hayan sido negativas, de ningún modo, sino porque me costaba aceptar la vivencia en sí misma. Me quise convencer de que nunca había estado allí, que todo lo que recordaba era un implante de información de estos seres, una simulación para hacerme llegar un mensaje en un contexto virtual (el supuesto acceso a una de sus naves). A pesar de que los propios extraterrestres me afirmaron que estaba “físicamente” allí, también sabía que esa palabra tenía que ser discutida y analizada. ¿Qué tanto “físicamente”? ¿Todo mi cuerpo, tal y como se mueve dentro de un edificio o viajando en un tren, estaba en esa nave de otro mundo? ¿O mi cuerpo había sido acondicionado para resistir las impensadas radiaciones que emiten esos objetos? Decepcionaré al lector, pero hoy no lo sé. Solo tengo el recuerdo real de que estuve allí. Como haya sido, lo más importante es que todo cuanto dijeron en esas increíbles experiencias se fue cumpliendo a rajatabla con el tiempo...
Tipología de seres y el fenómeno de la adaptación
Ha sido, pues, una verdadera odisea para los investigadores armar un mapa de los encuentros cercanos de acuerdo con los variados reportes. Obviamente, el escenario no se podía reducir a los seres de aspecto nórdico y a los pequeños grises que empezaron a hacerse populares en los años ochenta a raíz de los relatos de abducción. Hay casos muy anteriores, no tan conocidos, pero presentes en la casuística. Son entidades presentes en relatos y descripciones de todos los tiempos. Insisto: ¿imaginario popular que ha ido evolucionando hasta transformarse en modernos extraterrestres en platillos volantes? ¿O el rastro de un fenómeno auténtico que recordamos de forma borrosa?
En fin, los seres descritos no se ajustan a las dos clásicas tipologías. Y mucho menos en su comportamiento. El catálogo es amplio e inagotable. Por ello es infantil suponer que los seres más parecidos al humano son positivos y aquellos cuyo aspecto nos resulte extraño o repulsivo, negativos. Es la conducta de estos seres, la experiencia en sí misma y sus consecuencias, lo que permite inferir las posibles intenciones. No su aspecto, que tranquilamente podría mutar y ajustarse a la mente del testigo teniendo en cuenta el contexto histórico y social en el que se produce el contacto. Esto podría explicar una parte del problema cuando examinamos tan copiosos y diversos reportes. A este fenómeno le llamo adaptación. Y no nos debería sorprender. Algo evidente en estos seres es que son, por encima de todo, actores dimensionales. Pueden entrar y salir de nuestra realidad. Y, cuando lo hacen, procuran sincronizarse a las más variadas situaciones y contextos culturales en los que participan, aunque muchas veces ese accionar genere bugs en el sistema que se detectan como situaciones absurdas, extrañas y contradictorias en las manifestaciones. Además, quienes hemos vivido estas experiencias sabemos que nuestra mente no es solo espectadora del suceso, interviene aportando información que puede ser utilizada por ellos para el desarrollo del contacto. Pero debo decir que este asunto de la adaptación ha sido leído de diferentes formas por los investigadores. Algunos lo han visto como una suerte de manipulación de los extraterrestres. Y otros, yendo aún más lejos, se inclinaron por una explicación no extraterrestre para comprender el fenómeno de los encuentros con seres extraordinarios. Según esta hipótesis, no solo los alienígenas, sino las apariciones marianas, hadas, duendes o cualquier manifestación anómala es, en realidad, obra de una inteligencia desconocida que opera detrás de bambalinas controlándonos a través de nuestras creencias. Una explicación aún más alucinante que la propia existencia de esos seres.
Nuevamente, estamos ante la necesidad de separar la paja del trigo y no intentar reunir todos los reportes de encuentros cercanos en una sola teoría integral para explicarlos. Es imposible. Y me atrevería a decir ridículo. Si bien podríamos agrupar algunos episodios de contacto bajo un patrón común, hay casos y casos. El universo de los encuentros cercanos es amplio y tremendamente complejo como para querer encasillarlo en una sola visión. Si un testigo ve a un extraterrestre que se parece a un héroe de historietas que disfrutaba en su juventud o si dentro de la nave el contactado distingue un objeto que le recuerda la radio portátil de su abuela, no significa, necesariamente, que toda la experiencia es un holograma construido desde los recuerdos de la mente, tomados y manipulados por una fuerza ajena y anónima que usará toda esa información para recrear un falso contacto extraterrestre. Tranquilamente, la mente del sujeto puede insertar recuerdos en el hilo de otra experiencia que le resultó intensa y traumática. Y los encuentros cercanos son experiencias traumáticas. Sin ir muy lejos, testigos de los atentados del 11S de Nueva York que participaron de un estudio psicológico mostraron memorias distorsionadas del suceso que afectaban, principalmente, los hechos periféricos y no el acontecimiento central. Las personas que se sintieron más afectadas emocionalmente mostraron mayores inconsistencias en sus recuerdos. Está claro que la mente del testigo reconstruye como puede una experiencia que le generó gran impacto y en ese proceso se pueden “colar” objetos, paisajes, sensaciones, que su cerebro ya conoce. No todo, pues, es una falsa construcción etérea exógena. Por si ello fuera poco, algunos investigadores, haciéndose eco de la exploradora francesa Alexandra David-Neel —que visitó el Tíbet en 1924 cuando era una ciudad prohibida para los extranjeros—, teorizaron que los encuentros con extraterrestres podrían ser “tulpas”: entes creados por la fuerza de voluntad y energía mental de un individuo. David-Neel escribió sobre este misterio asegurando que ella misma, poniendo en práctica antiguos conocimientos budistas, había logrado materializar a un monje que la había acompañado por un tiempo. Esa creación mental fue incluso vista por otras personas que la confundieron con un lama vivo... ¿Los contactados crean tulpas inconscientemente y luego los confunden con extraterrestres?
En mi juventud, estudié muchos trabajos que procuraban explicar el problema de los encuentros cercanos con extraterrestres. Examiné cuanto estudio cayó en mis manos con la intención de comprender mi propia experiencia de contacto. Recuerdo entre ellos Ovnis: Operación Caballo de Troya, libro del escritor y periodista estadounidense John Keel, o el clásico Pasaporte a Magonia, del ya referido científico y ufólogo francés Jacques Vallée. Ambos sugirieron, como otros tantos autores —los británicos Gerald Heard y Harold T. Wilkins, e inclusive el famoso escritor de temática científica Arthur C. Clarke, ya habían esgrimido en los años cincuenta la hipótesis parafísica de los ovnis—, que muchas de las descripciones modernas de encuentros cercanos coinciden con visiones religiosas o folclore antiguo. Concretamente, Keel fue muy claro al decir que había abandonado la hipótesis extraterrestre en 1967 y que pensaba que el testigo veía lo que quería y lo construía o interpretaba de acuerdo con sus creencias. De hecho, Carl Gustav Jung llegó a plantearse si los platillos volantes no serían sino creaciones del inconsciente colectivo de la humanidad. Empero, como reflexionaba líneas atrás, no es tan sencillo cajonear todos los casos bajo esta idea. Ya dije que las creencias no dejan rastros tan incómodos como los que muestra el fenómeno ovni, sean estos marcas de aterrizaje, ecos en el radar, fotografías o filmaciones. Y ni hablar del caso de cuerpos extraterrestres recuperados. He consultado al respecto a testigos de alta credibilidad, principalmente militares y agentes de inteligencia de los Estados Unidos. ¿Acaso los médicos militares examinaron hologramas?
Recientemente, tuve la oportunidad de charlar sobre este asunto con el Dr. Vallée. Él piensa que los contactados no mienten. Que el fenómeno enfrentado es real. Pero mantiene su postura de que no todo es lo que parece. No excluye totalmente la hipótesis extraterrestre, pero se halla claramente inclinado a la hipótesis parafísica. Considera que “algo” de la Tierra se ha comunicado con nosotros, escabulléndose en los entresijos de la mente y las interpretaciones. Para él, los ovnis, más que objetos, son puertas hacia otra realidad aun más compleja. De hecho, mi querido amigo Paul Hynek, hijo del célebre J. A. Hynek, me confesó que su padre también navegó entre ambas posibilidades, la extraterrestre y la interdimensional. Y Paul ha seguido esta última idea hasta el punto de participar de debates al respecto con otros investigadores, como el Dr. Michael Shermer, fundador de la Skeptic Magazine. Hoy esta postura escéptica de la hipótesis extraterrestre está tomando mucha fuerza en la ufología. Pero ¿lo explica todo?
En mi opinión, postular la no existencia de seres extraterrestres actuando en nuestra realidad es tapar el Sol con un dedo. ¿Es tan difícil aceptar que no estamos solos? ¿Es tan complicado razonar que, probablemente, se han desarrollado formas de vida inteligente en otros rincones del universo? De acuerdo con recientes estudios científicos (publicados en agosto de 2019 por The Astronomical Journal), solo en nuestra galaxia existen más de 10 000 millones de planetas como la Tierra…
Creo haberlo dejado bien en claro: no pondría todos los casos de encuentros cercanos en la misma carpeta de “fenómeno interdimensional no extraterrestre”. Pienso que enfrentamos un fenómeno de múltiple origen.