Ya he hablado antes del Pirineo, esa hermosa cordillera montañosa emplazada al norte de la península ibérica, destacando el pico Monte Perdido con sus 3.355 metros de altitud. Al oeste de este macizo calcáreo, el más alto en su tipo en Europa, nos reunimos unas doscientas personas de distintos países, entre ellos España, Francia, Austria, Holanda, Italia, Alemania, Turquía, Australia, Canadá, Estados Unidos, México, Argentina, entre otros. El salón de conferencias del camping Pineta —nuestra base de operaciones—, no daba abasto. Pero el hecho de estar apiñados como sardinas no menguó el entusiasmo de compartir. En esta jornada teníamos dos invitadas de lujo, la Dra. Alicia Rodríguez, presidenta del Comité Internacional de la Bandera de la Paz, una ONG vinculada a las Naciones Unidas que preserva la obra del humanista ruso Nicholas Roerich; y Paola Harris, la reconocida investigadora ovni que trabajó por años como asistente personal del Dr. Joseph Allen Hynek, el astrónomo norteamericano que, para muchos, “fundó” la ovnilogía.
Reunión en Monte Perdido, 24 de junio 2017. Foto by Sol Sanfelice.
Ricardo González, Alicia Rodríguez y Paola Harris en Monte Perdido.
Este encuentro en Monte Perdido era el cuarto que convocaba. Se ha transformado en todo un acontecimiento en España y, como no podía ser de otra forma, esta nueva edición coincidió con el 70 aniversario del avistamiento ovni de Kenneth Arnold, un incidente que ocurrió el 24 de junio de 1947 en los Estados Unidos y que el mundo aún no olvida.
Diversos investigadores coinciden en que la “Era Moderna de los Ovnis” se inició a consecuencia del encuentro cercano de Arnold. La cosa fue así: el piloto civil norteamericano, a bordo de su avioneta privada, se hallaba sobrevolando la altiplanicie de Monte Rainer (Washington). Eran las dos de la tarde. De pronto, “algo” le saca del estado de paz que disfrutaba en aquellas alturas. Un brillante fulgor se había reflejado en su aeronave. De acuerdo a Arnold, el aire estaba tranquilo, y el cielo era tan diáfano como el cristal. Inquieto por aquel resplandor, Arnold escudriñará su alrededor para hallar, desconcertado, una formación de nueve objetos volando sobre la ladera septentrional izquierda del Monte Rainier. Aquellos objetos se movían a gran velocidad. Cada dos o tres segundos, algunos descendían o cambiaban ligeramente el rumbo. El Sol se reflejaba brillante en ellos. ¿Aviones? No. Arnold se sorprendió al ver que se desplazaban sin problemas muy próximos a la cima de la montaña —insólito y arriesgado para los aviones—; además, no guardaban la estructura típica de un avión. Ni siquiera tenían “cola”. A su regreso, el piloto decidió dar su testimonio a los medios de comunicación, describiendo el movimiento de los objetos como “guijarros arrojados sobre la superficie del agua”. El periodismo, haciéndose eco de la observación, llamó “platillos volantes” al enigma que estaba inquietando los cielos de los Estados Unidos. Kenneth Arnold no fue el único en vivir esta experiencia. He allí el punto.
Arnold mostrando la recreación de unos de los objetos que vio en 1947.
Hay que anotar que cientos de personas, de diferentes estados, llamaron perplejas a diversas dependencias gubernamentales —incluso hasta los bomberos— para dar aviso de objetos extraños que estaban “violando el espacio aéreo”. A sólo dos años de haber concluido la Segunda Guerra Mundial, la actitud de la gente era comprensible. Pero no eran naves alemanas o prototipos militares secretos…
Por la seriedad del fenómeno, la Fuerza Aérea Norteamericana (USAF) decidió investigar lo que hoy en día numerosos ufólogos denominan “la primera gran oleada ovni”. Hay que recordar que para su estudio, los militares norteamericanos reemplazaron el término de la prensa amarillista “platillos volantes” por el de ovni (de las siglas en inglés UFO), denominando “Objeto Volante No Identificado” a los reportes de aeronaves desconocidas. Luego se percataron de que el fenómeno era mundial, y que se estaba incrementando.
Más tarde vendría el incidente Roswell, los contactados —como el caso Adamsky—, los misterios del Área 51, las teorías de conspiración y todo lo que se ha difundido —para bien o para mal— dentro del resbaladizo asunto de los no-identificados. Revivir estas historias en Monte Perdido, a setenta años del encontronazo de Arnold en Monte Rainier, era más que simbólico.
Habitualmente he expresado mis certezas y mis muchas dudas sobre el contacto con “ellos”, aún a pesar de haberles visto. Creo que es conveniente acercar esta reflexión, que compartí con los asistentes del encuentro en el Pirineo. Trataré de ordenarlo en cincos puntos básicos.
Mis cinco certezas sobre el contacto ovni
Muchas veces los investigadores del fenómeno ovni se presentan alegando de que eran inicialmente escépticos, o que el tema no les interesaba en un principio, hasta que “algo” les pasó, ya sea un caso que les partió la cabeza, o directamente una experiencia personal que los empujó a investigar este tema tan irritante e incómodo. Yo hicé el camino inverso. Y no tengo pudor en admitirlo: desde muy chico tenía la certeza de que no estábamos solos en el universo. Ni mis padres ni mi educación escolar ni mi entorno me empujaron a tener esta “creencia”. Era algo natural. Una sensación que se incrementó cuando fui testigo de un poderoso avistamiento ovni en Perú, en el verano de 1988. Era entonces un muchacho de catorce años. Y un lustro más tarde, en 1993, esas experiencias con los ovnis volverían con tal fuerza que terminé participando de grupos de investigación como el IPRI (la primera organización en su tipo en Sudamérica, fundada por José Carlos Paz García en 1955), y el Grupo Rama, un importante movimiento de contacto que iniciaron los hijos de Paz García en 1974 (el caso de los hermanos Carlos y Sixto Paz). Es bueno aclarar que nunca he negado mi participación en todo ello, y siempre defendí y defenderé lo importante que fue para mí esos maravillosos años de búsqueda en el Perú. Desde luego, jamás cambiaría mi opinión sobre la autenticidad de esas experiencias y cómo éstas afectaron positivamente nuestras vidas. Ahora bien, dicho esto, también debo mencionar que los años no pasan en vano, y que el ejercicio de pensar y reflexionar sobre todo lo vivido va ganando terreno inexorablemente. Se ve con otros ojos, pues, los tempranos apasionamientos, y deviene entonces la calma y el análisis luego de haber enfrentado tantas vivencias increíbles. Fue así como me fui acercando hacia una postura autocrítica. Una posición que fui adoptando con la sana intención de intentar comprender lo que había vivido y tratar de transmitirlo con mayor responsabilidad a los demás. Esta mutación hizo que me alejara de grupos y organizaciones estructuradas relacionadas al contactismo, y procurar alentar el trabajo en equipo pero desde la independencia y la libertad, lejos de dogmas y formas. Había comprendido que una cosa era la naturaleza real de las experiencias de contacto, y otra muy distinta nuestras interpretaciones y la forma en que habíamos compartido todo ello a un gran público. Hoy, siendo un hombre de cuarenta y tres años y con casi un cuarto de siglo de investigación a las espaldas, tengo más preguntas que respuestas. También lo admito. Pero albergo, igualmente, algunas poderosas certezas, forjadas a fuego en este largo camino de contacto e investigación.
Yendo al grano, dentro de las cosas que tengo en claro, están estos cinco “titulares” que considero difícil de objetar.
El asunto de los encuentros cercanos directos es sin duda el más incómodo para los investigadores ovni. Para muchos de ellos es más “seguro” y menos “polémico” enfrentarse a los no-identificados en el terreno de lo comprobable: de los testigos de alta fidelidad, de los reportes militares, de los ecos de radar, o las fotografías. Fue lo que motivó a la periodista norteamericana Leslie Kean a escribir un libro basándose únicamente en esas pruebas de alta credibilidad, que casi siempre deambulan en el contexto de los pilotos militares. Lo cierto es que “UFOs. Generals, pilots, and goverment officials go on the record” es un libro poderoso, recomendado por el mismísimo físico Michio Kaku, pero que al mismo tiempo refleja cómo los periodistas que escudriñan los ovnis prefieren caminar de puntillas en un terreno en donde los ataques, las injurias y las campañas de desprestigio son el pan de cada día. Paola Harris es una de las pocas que se la jugó. Luego de haber participado de encuentros cercanos programados por los “extraterrestres” que están en contacto con nosotros, al pie de Monte Shasta, en los Estados Unidos, Harris decidió comunicar su experiencia en congresos, entrevistas y artículos. Se la quiso marginar por haber salido de ese círculo acordado de investigación, en donde solo se debía entrevistar a pilotos de guerra, altos personajes de la política o ex astronautas. Evitar, a toda costa, a los “contactados”, más aún si estos ofrecen conferencias y publican libros, porque de seguro deben ser charlatanes. Pero Harris venció ese prejuicio y contó lo que vivió con nosotros: haber visto a un ser humanoide de casi tres metros de estatura en los bosques de Sand Flat, en la citada montaña Shasta. Más tarde, sin más remedio, la MUFON, la organización más veterana en el mundo en la investigación de los ovnis, entregó a Harris un reconocimiento a su labor como periodista ovni en un congreso celebrado en Orlando, en 2016. La vida le hizo justicia a Paola.
En Monte Perdido Paola narró una vez más su experiencia, maravillando a todos, y presentó su nuevo libro “Conversations with the Colonel Corso”, en donde detalla las confesiones de un importante militar norteamericano. Corso fue amigo íntimo de Harris, y debido a ello le entregó información confidencial y sensible relativa al encubrimiento del caso Roswell. Sí, Paola es mi heroína. Dio un paso adelante que otros no se atrevieron a dar por el temor de abandonar lo que consideraban el ámbito de lo “serio, ortodoxo y aceptado”. Cuántos “periodistas”, “investigadores” y hasta científicos han estado con nosotros en la experiencias de contacto y me han dicho: “Ricardo, lo vi y lo viví, pero no me menciones en tus libros…”. No fue el caso de Paola, quien sí dio la cara.
El mensaje de Ivika
Ese 24 de junio de 2017 en Monte Perdido, “Ivika”, una mujer “extraterrestre” que está en contacto con nosotros, nos transmitió este mensaje telepático que pude anotar en mi cuaderno de campo:
Soy Ivika:
Me estoy comunicando a través del vórtice emplazado en este claro del bosque. Es un nodo natural que ha sido estimulado por nosotros como un puente de comunicación. Somos conscientes de sus preguntas e inquietudes.
Deben saber que el programa trazado está continuando y nosotros caminando al lado de ustedes a pesar de que en ocasiones no nos puedan ver y de que nos movamos en tiempos distintos. Que no les preocupe demasiado el anuncio de los científicos de la Tierra (en relación a tener que abandonar el mundo para sobrevivir en otros astros, como el proyecto de Alfa Centauri). Si bien los procesos se han acelerado, aun se encuentran en el margen de acción que puede afectar los acontecimientos.
Un importante científico que sabe del proyecto del “Arca” y que conoce tus experiencias de contacto con nosotros se les acercará y les compartirá importante información que les ayudará a entender.
Es posible que los viajes programados para 2018 (indicaciones para una investigación en un punto de Asia Central y la selva de Sudamérica) sufran alguna modificación. Estas posibles modificaciones ocurrirían como parte de las mejores condiciones para sellar las tareas.
Es importante que mantengan la preparación y que puedan sostener el trabajo que se les ha encomendado. Muchos desean vernos y encontrarse con nosotros, pero, sinceramente, son pocos los que asumen con responsabilidad y disciplina lo que involucra estar en comunicación con nuestro grupo, con nuestra tripulación. Nosotros hacemos un importante esfuerzo para interactuar con ustedes a través de estos pliegues, acercarnos, comunicarnos, asistirles. Ustedes también deben hacerlo. También deben procurar acercarse a nosotros a través de un mayor compromiso con el conocimiento que envuelve el escenario que llamamos “futuro”.
A todos los que se han reunido aquí, le renovamos nuestra amistad y nuestro deseo firme de colaborar. Ustedes son el “Arca” porque reúnen distintas características únicas de la especie humana. Ustedes representan el esfuerzo de aquel que camina, que vio y que desea compartir esa visión con otros. Solo mantengan esta frecuencia que les va a conducir hacia un momento clave de decisión, porque una determinación adecuada, llena de conciencia, en el momento correcto, lo puede cambiar todo.
Ivika
Mientras leía este mensaje al inmenso grupo reunido en el claro de un bosque, un objeto brillante surgió en el cielo parcialmente nublado, generando unos potentes destellos que atravesaron el grueso colchón de nubes. Fueron muchos los testigos de esta aparición. Por si ello fuera poco, acto seguido, siguiendo las instrucciones de Ivika, nos adentramos en el círculo que habíamos formado con nuestra reunión, ya que, según la extraterrestre, habían depositado una energía en ese espacio para que pudiéramos “ver, sentir y escuchar”. Y algo extraño nos sucedió a muchos allí. Huelga decir que no fue un evento movido por el “deseo de vivir algo” o por la sugestión. Yo mismo lo experimenté cuando, al caminar hacia el centro del citado círculo, tuve una poderosa “visión”. En un escenario desértico y con edificios en ruinas, veía a la propia Ivika, vestida con su típico enterizo gris metálico, acercarse hacia mí. En sus brazos sostenía un proyectil o pequeño misil mientras me observaba con claro rostro de preocupación. Luego, esa imagen cambió y vi un lugar hermoso con una vegetación exuberante, y yo metido en ese paisaje. Estaba en una expedición. Eso fue todo...
Creo que ya llegará el tiempo de comprender el mensaje simbólico de estas imágenes...
El círculo formado por el grupo el día del mensaje de "Ivika".
¿Cómo narrar este tipo de vivencias a los investigadores ortodoxos? Ya lo he dicho en otras ocasiones: la única forma de acercarse un poco más a estos "misterios" es viviéndolos desde dentro.
Setenta años de encuentros cercanos en la “Era Moderna de los Ovnis”, y seguimos sabiendo poco. Tal vez será por lo que decía Ivika: “Muchos desean vernos y encontrarse con nosotros, pero, sinceramente, son pocos los que asumen con responsabilidad y disciplina lo que involucra estar en comunicación con nuestro grupo, con nuestra tripulación…”
Nota: Expresamos nuestro agradecimiento a Paola Harris por su valiosa participación en el evento de Monte Perdido. A Birgitte Knaus por su enorme colaboración, y por compartir sus investigaciones de las “pirámides de Bosnia”. A Alicia Rodríguez del Comité Internacional de la Bandera de la Paz, por sus palabras y dedicación a la conciencia de la paz. A Rosa Mary Paraíso, por todo el apoyo de siempre. A Diego y Rosa Cintas por la organización y logística de este encuentro. A todos.