Si hay un personaJE que, como un fantasma, aparece en cada discusión sobre el enigma de la presunta ciudad intraterrena del Cerro Uritorco, esE ES Ángel Cristo Acoglanis, el sanador de origen griego que generó todA una revolución en la Argentina esotérica de los años 80 al afirmar estar en contacto con los guardianes de Erks: entidades lumínicas que se le presentaban en Los Terrones y en otros enclaves hoy famosos alrededor de Capilla del Monte.
Al lado de otrAS FIGURAS IMPORTANTES en esta historia –como el profesor Terrera y su polémico “Bastón de Mando”, o el místico brasilero Trigueirinho–, Acoglanis contribuirá al mito –o realidad– de Erks.
A continuación, una síntesis de este misterio.
NOTA: Este artículo –actualizado y adaptado para este sitio web–, ha sido tomado del libro “Las luces de Erks y las ciudades subterráneas”, de Ricardo González y Roberto Villamil (Buenos Aires, 2012). Este artículo ha sido redactado en diciembre de 2014.
Ricardo González en la base del Cerro Uritorco.
El origen de un contacto
Acoglanis fue un ser enigmático. Con sus virtudes y enormes contradicciones en su vida personal. Pero, sin duda, el personaje clave en la historia de Erks. Quienes le conocieron afirman que era un hombre de una simplicidad extrema; solidario y extremadamente generoso, con profundos conocimientos científicos para curar el dolor humano. Según Roberto Villamil, periodista, amigo íntimo de Acoglanis y co-autor de este libro, Ángel tenía una poderosa coraza espiritual que le hacía un ser para nada común. Según Roberto siempre procuró ayudar al prójimo, y especialmente a rodearse de gente para revelarles conocimientos de los tiempos que estaban por venir; acontecimientos que afectararían a la humanidad toda.
¿Cuándo empezó todo para Acoglanis? ¿Cómo conoció la existencia de esa ciudad intraterrena bajo el Cerro Uritorco? ¿Por qué su muerte trágica?
Hay una historia –controvertida, aclaro–, que el propio Acoglanis transmitió a sus seguidores. Villamil la resumió así en el Capítulo II de nuestro libro:
“Según la tradición, Ángel Cristo Acoglanis había nacido en Grecia, en donde transcurrió su infancia, realizando sus estudios primarios y parte del secundario. En ese momento, por los sucesos políticos que vivía el país, su familia decide enviarlo a Cachemira, una región ubicada en la zona norte del subcontinente Indio, donde tenía un tío de buena posición económica.
Grecia había estado ocupada por el ejército alemán, que, al retirarse, permitió la feroz lucha de los grupos de partisanos, en su mayoría de formación comunista, que luchaban por hacerse del poder en la desintegrada nación. La familia Acoglanis no comulgaba con esas ideas, razón por la cual deciden enviarlo al exterior para preservarlo.
En 1950 llega a la India, y luego se instala en Cachemira, en la casa de su tío. Terminó el secundario y decidió seguir la carrera de medicina. Para ello se inscribió en la Universidad y en ese momento el tío, que tenía relaciones con monjes budistas que lo visitaban frecuentemente, le propone realizar la carrera en el Tíbet. Este fue un hecho importante que más tarde lo conectaría con los seres de luz que protegen la ciudad de Erks.
Ángel accedió de buen grado. Así, su tío le comunicará a los monjes la decisión tomada. Ellos prometieron venir a buscar al muchacho.
Como el tiempo pasaba y la promesa no se cumplía, Ángel optó por comenzar la carrera por su cuenta, asistiendo a los cursos de la Facultad. Y en esos días llegaron los monjes… como si la decisión de Ángel de seguir adelante hubiese precipitado todo. De esta forma, se marchó con ellos al Tíbet, con el beneplácito del tío que ve cumplidos sus deseos: Ángel se educaría en el Tíbet.
El Tíbet es un enigmático país asiático que se encuentra en el techo del mundo. Su territorio está enclavado y protegido por la Cordillera del Himalaya, en donde se hallan los picos más altos del planeta, entre ellos el mítico Monte Everest, con 8,848 metros de altura. En aquel tiempo, después de la Segunda Guerra Mundial, la expansión de la China Comunista ocupó el país y lo puso bajo su protección política y militar. El Tíbet, en ese momento, aún albergaba importantes tradiciones milenarias, transmitidas de generación en generación. Su sistema político era el de un régimen teocrático, con una jerarquía religiosa que dirigía los destinos del país. Era algo completamente mágico y diferente para el joven Acoglanis.
En Lhassa, su capital, ingresa a un monasterio con la intención de iniciarse en el camino espiritual, alejándose así de los convulsionados tiempos que se vivían. Allí inició sus estudios de medicina, que en el Tíbet van acompañados de un fuerte contenido religioso, lo que le permitió nutrirse de ancestrales conocimientos esotéricos, y en la práctica especializarse en las técnicas de la acupuntura, digitopuntura, quiropraxia y muchas otras disciplinas que lo harán famoso, muchos años más tarde, en la Argentina.
Este fue un período de fuerte formación. Tíbet modeló su personalidad en base a las “Virtudes del Espíritu”, la estructura del conocimiento, la vida ascética y los místicos secretos reservados en los monasterios.
Ángel siempre hablaba de esta etapa de su vida en el Tíbet. Le había “marcado”. No en vano, en la Argentina recomendaba a sus amigos la lectura de los libros de Lobsang Rampa: “El Tercer ojo”, “La Sabiduría de los Ancestros” y “El Médico del Tibet”, que si bien es cierto no son obras de un lama genuino, sino el seudónimo del escritor británico Cyril Henry Hoskin, eran una valiosa aproximación al Tíbet esotérico en esos tiempos.
Lhasa está a 3,600 metros de altitud. Ángel venía de la región de Cachemira, de una ciudad –donde vivía con su tío– que se encontraba a no menos de 900 metros de altura. Cachemira aún hoy es una región dividida en dos jurisdicciones. Una bajo jurisdicción de la India y otra con dominio Paquistaní, donde se profesa la religión musulmana. Ambos países mantienen una frontera caliente, que en varias ocasiones produjo enfrentamientos bélicos. Sabemos que estas naciones poseen armamento atómico, lo que hace de la región una zona altamente conflictiva.
Mi primer gran inconveniente –refería Ángel– era poder respirar normalmente. A esa altitud el aire es el más limpio y puro del mundo, y mis pulmones no estaban preparados para tanta pureza. Me costaba respirar y sentía dolor en el pecho en cada movimiento que realizaba. Poco a poco mi organismo se iba acostumbrando y paulatinamente fui mejorando.
El otro inconveniente fue el extremo frío –explicaría Ángel–, al que tampoco estaba acostumbrado. Pero era frío seco, desprovisto de humedad, y afectaba las partes expuestas, como las manos y el rostro. En las aulas y en los dormitorios del monasterio no había artefactos de calefacción. Solo el calor del cuerpo retenido por los abrigados ropajes y los litros de té caliente que bebíamos a lo largo del día, nos mantenían confortables”.
A todo se acostumbra el ser humano –solía decir–. Ángel hablaría también del alto grado de sanación espiritual y conexión interna que empezó a lograr en esas montañas de Asia. Era el inicio de un proceso que luego completaría al pie del Cerro Uritorco…
Finalizados sus estudios, vuelve a la India, y sus prácticas las realiza en distintos hospitales, donde aún estaban internados pilotos de la RAF (Real Fuerza Aérea Británica), con severos traumatismos derivados de las acciones militares de la última guerra.
En la década del 60 viaja por primera vez a la Argentina, y su interés se centra en la provincia de Córdoba”..
Ese es el relato que avivó el mito de Acoglanis. Está tan difundido, que con Roberto decidimos publicarlo en nuestro libro como referencia. Personalmente, se lo he escuchado a otros seguidores de Ángel. Sin embargo, nunca pudimos confirmar esa fascinante historia en el Tíbet.
Si fuese auténtica –como la supuesta historia de Orfelio Ulises entrenándose en Asia para luego hallar en 1934 el “Bastón de Mando” en el cerro Uritorco–, se podría pensar que había un plan místico desde oriente para activar un centro de poder y establecer contactos con sus guardianes en Los Terrones y el Uritorco. De acuerdo a Villamil, Acoglanis le confió que había vuelto a Lhasa en dos oportunidades más, quizá para transmitirles a los lamas el resultado de sus relevamientos en Capilla del Monte...
Arriba: Roberto Villamil y Acoglanis (con gorro blanco) en el aeropuerto militar de Córdoba, antes de un vuelo de investigación sobre Los Terrones.
Nosotros fuimos prudentes con esta información desde la primera edición del libro. Por ello redactamos en condicional la pretendida historia de Acoglanis en Tíbet. Ni siquiera Roberto está seguro de ello. Y es que no hay prueba alguna de su viaje iniciático a oriente. Y, por si ello fuera poco, Ángel tampoco nació en Grecia. De acuerdo a datos que hemos podido chequear, nació en Ramallo, al norte de la provincia de Buenos Aires.
¿Por qué Ángel contaba esa historia en el Tíbet? ¿Mintió? ¿O ese episodio de su vida realmente ocurrió y las pruebas se las llevó a la tumba cuando fue asesinado en 1989? ¿Qué ocultaba Ángel Cristo Acoglanis?
Como fuese, de lo que no hay duda, es que Acoglanis, con un nutrido grupo de seguidores, tenía encuentros reales con las luces cósmicas de Erks.
Acoglanis en la Argentina
De acuerdo a Roberto Villamil, Ángel tiene en Ramallo a dos hijos, Miguel Ángel, que fue periodista –falleció un año después de la muerte de su padre–, y Óscar.
Posteriormente, Ángel se unirá sentimentalmente con una mujer de la alta sociedad porteña, y vivirá cerca del Hotel Nor Tomarza, ubicado en la Av. Edén. De esta unión nació un hijo que, siendo aún pequeño, enfermó de leucemia y fallece. Esta tragedia lo afecta sobremanera y poco tiempo después, se separa de esa mujer. Luego compra un campo en Serrezuela, al norte de la provincia, en donde se experimenta un fenómeno extrañísimo: el ganado vacuno que Acoglanis tenía en su campo –jamás había sido tratado por veterinarios, y nunca se habían aplicado vacunas– nunca enfermó. Ni un solo animal. Muy por el contrario, los animales de campos vecinos, a pesar de los tratamientos aplicados, sí enfermaban y eran diezmados. ¿Cómo era posible? ¿Los conocimientos médicos y espirituales de Ángel, aprendidos en su supuesto viaje al Tíbet, le permitieron mantener la salud del ganado? ¿O una fuerza especial acompañaba al “Portero de Erks”, como más tarde se le conocería?
Es allí donde se relaciona sentimentalmente con la hija del encargado del establecimiento, y se muda con ella a Villa Allende, en las cercanías de la capital Provincial. De esa unión -continúa el relato Villamil- nacen cinco hijos, además de integrar a la familia otros dos de crianza. Más tarde, instala un consultorio en Buenos Aires y viaja los fines de semana a Villa Allende para estar con su familia. Así comienzan sus viajes a Capilla del Monte, especialmente a la zona de Quebrada de Luna, donde se encuentran Los Terrones, lugar éste donde centralizará su actividad esotérica.
Los Terrones
Los Terrones forman parte de la llamada “Quebrada de Luna”, que es una formación rocosa erosionada a través de millones de años por los factores climáticos, como el viento y lluvia, que generaron una impresionante conformación de siluetas. El lugar está a 14 km. de Capilla del Monte, siguiendo el trazado de la Ruta Nacional 38 hacia el Norte y luego 6 Km. en un desvío de tierra hacia el Este. Esta quebrada conforma la parte posterior del cerro Uritorco.
En el lugar, Acoglanis conoce a Don Ramón Verón, un riojano de origen diaguita que, junto a la familia, vivía en las inmediaciones. Este personaje se desempeñaba como maestro rural en la comarca desde hacía 40 años. Y era, además, conocedor y estudioso de las culturas indígenas de toda la región norte del Valle de Punilla. Las historias personales empezaban a encajar...
La amistad y el respeto mutuo se desarrollaron de inmediato entre Verón y Acoglanis. Largas charlas sobre causas comunes los tuvieron por protagonistas los fines de semana , que es cuando Ángel viajaba al lugar. Fue Don Verón quien lo bautizó como el “Portero de Erks”, pues Ángel ya lo había instruido sobre los secretos que guardaba la montaña y Verón le habilitaba el acceso en horario nocturno a la meseta de Los Terrones. Es decir, ese término de “Portero de Erks” no tenía un origen místico, sino anecdótico: al tener Ángel la llave del candado de la tranquera para subir a Los Terrones, Don Verón le llamaba “Portero de Erks”.
Arriba: "Don Ramón Verón", el autor del término "El portero de Erks". Fue solo una anécdota.
No pasó mucho tiempo para que Don Verón lo acompañara allá “arriba” y se convirtiese en el primer sorprendido al ver las luces en el cielo…
Al poco tiempo, quizás a instancias de Don Verón, Acoglanis compró una porción de tierras en la comarca, y comienza a proyectar un sinnúmero de emprendimientos del cual se beneficiarán los pobladores del lugar. Ángel imaginó construir un centro de Salud Integral para curar los males que aquejan al hombre, además de convertirse, también, en un lugar espiritual. Además, construyó un piletón para embalsar más de 3 millones de litros de agua, inmenso depósito que se alimentaba con las aguas que provenían de las acequias y de las lluvias. Ángel pensaba en un reservorio para satisfacer las necesidades de la comarca y del centro de salud. En esa zona de las sierras, como en casi todo el valle, el agua es un elemento muy escaso y de vital importancia para la población. Pero Ácoglanis sabía “algo” más para preocuparse por el agua...
Nosotros visitamos el piletón. Y hoy yace en ruinas y cubierto de yuyos porque nadie continuó con la obra. Ángel afirmaba de que el agua sobra, pero hay que retenerla para usarla cuando escasea.
Otra obra que realizó de su peculio fue la construcción del camino hacia la meseta de Los Terrones, ya que hasta ese momento se accedía al lugar por las huellas que dejaban los caballos. De esa forma ya se podía llegar en automóvil. Poco tiempo después, llegó el tendido de la luz eléctrica, instalada a instancias de un alto funcionario del gobierno en agradecimiento de la curación de una hija. Los visitantes que acuden actualmente a Capilla del Monte –muchos en busca de las luces de Erks–, desconocen todas estas historias y la labor de Acoglanis.
Y es que a partir de estas mejoras Acoglanis comenzó a traer más gente a sus ceremonias nocturnas, personas que elegía cuidadosamente para iniciarlos en el conocimiento.
En Capilla del Monte se alojaban en el histórico Hotel Roma, y desde allí, por la noche, salían los grupos hacia Los Terrones. Primero con pocos participantes. Pero a medida que pasaba el tiempo, los grupos crecieron. Pronto los pobladores de la ciudad se acostumbraron a ver las caravanas de autos que salían hacia la ruta 38 los fines de semana. Sabían que iban al encuentro de esas extrañas luces en Los Terrones…
Las ceremonias de contacto en Los Terrones
Ya en el lugar, luego de sacar el candado que abría la tranquera y los autos tomaban el camino de ascenso hasta la meseta frente a Los Terrones, se estacionaban los vehículos y Acoglanis les pedía a los asistentes que se formara un círculo.
Entonces, Ángel, vestido generalmente con una túnica blanca, se “convertía” o “canalizaba” a Sarumah, una entidad de Erks que lo contactaba. En medio de esta ceremonia Acoglanis comenzaba a cantar mántras en voz alta, con una dulce tonalidad. Como sabemos, los mantras utilizan generalmente el idioma sánscrito, cuyo sonido emite una vibración que resuena muy sensiblemente en la mente, cuerpo y alma humana. Mas Acoglanis afirmaba de que, en realidad, él utilizaba el idioma irdin, del cual, supuestamente, deriva el sánscrito. El irdin sería la lengua que hablan las inteligencias superiores.
Era, pues, en Los Terrones, donde se daban estas ceremonias de contacto con aquellas extrañas luces, que aparecían y actuaban con inteligencia luego de que Ángel Acoglanis las invocara con esos viejos mantras.
Luego de pronunciar aquellos mantras en irdin, Acoglanis pedía atención al grupo, e informaba que “había solicitado permiso a los hermanos superiores” para que ellos se manifiesten. Y así, en una majestuosa “coreografía de luces”, comenzaban a aparecer y desaparecer esos objetos brillantes. No había dudas de que se estaba entablando un diálogo o “comunicación”.
“Nos dan la bienvenida”, decía, satisfecho, Acoglanis durante esas experiencias. Las esferas de luz descendían del cielo, rodeaban la montaña, los árboles y la vegetación del lugar en una manifestación fantástica que, en la mayoría de los casos, motivaban que muchos de los presentes rompieran en llantos de emoción y otros cayeran desmayados al piso de la montaña. En contadísimas ocasiones, en medio del despliegue de luces que rodeaban el lugar donde se encontraban los invitados, de la profundidad del valle comenzaban a emanar rayos de luz de distintos colores y en forma mágica se “materializaba” la ciudad de Erks…
Era de grandes dimensiones, surcada por canales secos por donde se desplazaban energías luminosas que semejaban bolas de un brillante color blanco. En lo que sería el centro de la ciudad proyectada, emergía una cúpula. En ese templo, “El Templo de la Esfera”, se encontraban los ancianos sabios del universo. ¿Era real? ¿Un holograma de la base que existe bajo Los Terrones y el cerro Uritorco? ¿Quiénes son los habitantes de esa “ciudad”? ¿Por qué están allí?
Arriba: algunas de las "luces de Erks", captadas en los contactos antes mencionados.
De la misma forma en que había comenzado, la finalización de la ceremonia provocaba una conmoción entre los participantes. Se sucedían cataratas de preguntas e interrogantes. Acoglanis, canalizando a Sarumah, respondía con una sonrisa, advirtiendo de que aún no era tiempo de que entendieran lo que habían experimentado. “Ya recibirán la información necesaria, y comprenderán por qué han sido elegidos como testigos”, decía.
Al concluir el contacto, Acoglanis siempre pedía a los participantes que obraran con cautela y reserva, porque la gran mayoría de los hombres no están aún preparados para esto. Que los tratarían de locos.
Se calcula que entre 1984 y 1989 muchas personas participaron de estas experiencias de contacto programado. Todas ellas fueron iniciadas por Sarumah con una misión a cumplir cuando llegue el momento de actuar, para ayudar al planeta y sentar las bases de una nueva civilización.
Sin embargo, extrañamente, en el momento de mayor actividad en Los Terrones, Acoglanis fue asesinado.
Hubo muchas teorías sobre el móvil del crimen... Nosotros conocemos los pormenores y ya lo explicamos en el primer capítulo de nuestro libro.
No deja, pues, de sorprender, que el mismísimo hombre que le quitó la vida con siete disparos –y encima, su amigo del grupo–, afirmó haber “matado un brujo”. Acoglanis, desde luego, estaba muy lejos de encarnar algo semejante. Era solo un ser humano especial –por sus cualidades de sanación y sensibilidad para los encuentros cercanos–, pero con errores, muchas debilidades –sus familiares lo saben mejor que nosotros– y aristas como cualquier hombre. Pero no un “brujo”. ¿Qué podría haberse colado en la cabeza de su asesino para perpetrar el homicidio? ¿Fue, acaso, su antiguo amigo, víctima de una manipulación a distancia? ¿Control mental? ¿Ángel molestó al poder en la Argentina por cosas que se enteró y empezó a divulgar? Como ya dijimos al inicio de nuestro libro, su asesino, Ruben Antonio, era hermano de Jorge Antonio, financista de Perón, asociado al tráfico de armas y relacionado al ingreso de criminales nazis en la Argentina... El círculo cierra cuando descubrimos que la zona del Uritorco fue visitada por inteligencia alemana en los años 30. Jorge Antonio murió en 2007 a la edad de 88 años y se llevó este secreto a la tumba. Un secreto que Ángel también conocía y que le costó la vida...
El mensaje de Erks continúa
Arriba: Ricardo González contemplando el cerro Uritorco desde la cumbre de Las Gemelas.
Todo el material de contacto, y fotografías, de lo que Acoglanis y su grupo vivió esos cinco intensos años en Los Terrones, llegó a manos del escritor brasilero Trigueirinho. El propio Villamil, por indicación de Ángel, le entregó todo el material. Lo inquietante es que todo esto ocurría antes de que Acoglanis fuese asesinado, como si intuyese lo que venía... De esta forma se empezó a difundir la historia de Erks, aunque Trigueirinho nunca mencionó en sus libros a Acoglanis.
La historia de Ángel en Los Terrones, sumada a la polémica huella de un presunto ovni en el cerro Pajarillo en 1986, y las informaciones sobre el bastón de piedra basáltica que difundió Terrera, hicieron de Capilla del Monte uno de los lugares más misteriosos del mundo. Tal vez por ello, los nazis vinieron a esta región –eso está probado, por cierto–, buscando los orígenes de un contacto con otras realidades. Un contacto que no empezó con Acoglanis, ni con la huella del Pajarillo, ni con las investigaciones del Bastón de Mando. Empezó siglos atrás con los guardianes del lugar: los nativos comechingones. En ellos está la clave, y en esa dirección estamos orientando nuestras investigaciones para nuestro tercer libro sobre Erks.
Arriba: Ricardo González en Cerro Colorado, antiguo asentamiento comechingón en las sierras de Córdoba.
Erks –y esto lo diré a título personal–, más allá de toda la “mitología” ufológica que lo ha rodeado, existe. Es un lugar concreto, con seres que lo protegen y que vibran en la luz. Y es tal la importancia de este centro de poder, que fuerzas de todo tipo han intentado confundir o interrumpir su real mensaje.
Cuando uno camina por la calle techada de Capilla del Monte –hoy convertida en una verdadera ciudad esotérica– y contempla afiches que ofrecen limpiezas del aura, avistamientos de ovnis en vigilias nocturnas, ya sea en “Chuchi Corral” o “Puertas del Cielo” –en donde, en varias ocasiones, las luces y reflejos de la ruta y pueblos cercanos le hace suponer a la gente que está viendo a la ciudad de Erks–, o venta de muñecos de ET con el nombre “Uritorco” grabado en el pecho, es difícil conciliar todo lo que un fenómeno real significa y cómo es asumido en la percepción o sistema de creencias del individuo.
El contacto, como dije, es real. Su mensaje, poderoso. Y hoy, en que la energía de Erks renace, es importante conocer cómo se inició todo esto, de volver a la fuente más pura del encuentro con esos maravillosos seres, y dejar posturas sectarias y actitudes religiosas en torno al contacto extraterrestre que solo confunden y a ningún sitio llevan.
Es momento, pues, de reconectarse con el mensaje de Erks –que ni siquiera es su verdadero nombre–.
El contacto, continúa...
Arriba: Talampaya, La Rioja, a 350 km del cerro Uritorco, es el lugar clave en donde se inició la historia extraterrestre de Erks.