El misterio de los extraterrestres no se enlaza sólo con el fenómeno de los ovnis. La NASA lo sabe muy bien. En el espacio “algo” nos vigila.
En uno de mis anteriores libros, “Nuestros Lazos Extraterrestres”, cité un expediente molesto para los científicos que escudriñan el espacio: Marte. Vale la pena revisar ese capítulo incómodo. El planeta rojo es tan sólo la punta del Iceberg de otras bases “no humanas” que se hallarían en nuestro Sistema Solar.
¿Vida en Marte?
Recuerdo que el 25 de marzo del 2004, asistí a una conferencia organizada por la NASA en el Ames Research Center de Moffett Field (California). Me interesaba sobremanera el tema de discusión: el origen de la vida en la Tierra. Inspirados por el programa espacial a Marte, una destacada selección de científicos norteamericanos e importantes astrónomos y biólogos de Latinoamérica, se daban cita para exponer al público algunas certezas —y otras tantas dudas— sobre la aparición del denominado “Polímero Primordial”: el origen de la vida. En 1951, el físico inglés John Bernal expuso esta teoría para definir a una entidad molecular como “viva” si poseyera dos propiedades básicas: capacidad de acumular información genética, y capacidad de producir copias de su propia estructura. De acuerdo a Bernal, el metabolismo de este primer ser vivo —el “polímero primordial”— consistiría únicamente en esa capacidad de generar copias de sí mismo. De hecho esta tesis no tuvo mayor eco en la comunidad científica de los años 50. Sin embargo, constaté sorprendido en la conferencia de la NASA que algunos científicos no la habían descartado completamente. Incluso, se llegó a mencionar que aquella “molécula auto-replicante” podría haber llegado del Cosmos…
El fenómeno de las moléculas orgánicas, atrapadas por un cuerpo celeste que impacta en nuestro mundo como “sembrador de vida”, ha sido discutido desde hace décadas. Esta posibilidad cobró mayor solidez cuando en 1990 Christopher Chyba —del Instituto para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre— propuso que el agua y los gases de la atmósfera terrestre provienen de la colisión con cometas o meteoritos, que no sólo trajeron agua y gases, sino aminoácidos y otras moléculas orgánicas. Evidencia de que esto pudo haber sido así es que en los cometas Halley, Hale-Bopp y Hijakutake se detectó la presencia de querógeno, etano y metano.
Hoy por hoy, esta teoría, llamada “panspermia” por los científicos que la apoyan, ha venido ganando terreno aun a pesar de la mirada conservadora de ciertos estudiosos. ¿La vida llegó del espacio? ¿Fue sembrada por un meteorito?
La posibilidad extraterrestre
La tecnología que podrían poseer avanzadas civilizaciones extraterrestres escapa a nuestra propia imaginación. Lo que hoy intentamos hacer con Marte —la llamada “terraformación” de la NASA, o sembrar vida en el planeta rojo— sería una etapa superada para aquellas supuestas inteligencias no humanas.
Personalmente, por las experiencias de contacto que me han tocado vivir ?sumado todo ello a una larga jornada de investigación que me llevó a dar la vuelta al mundo varias veces? no tengo duda alguna de que no estamos solos en el Universo. Sin embargo, para la visión de un científico, ello aún está por probarse. Y con mayor razón la posibilidad de que civilizaciones avanzadas extraterrestres hayan llegado a la Tierra. ¿Y qué ocurriría si se constatase que viajeros espaciales fueron los “responsables” de la siembra de vida en nuestro planeta, como hoy en día intentamos hacerlo en Marte?
En 1953, los científicos Francis Crik y James Watson descubrieron la estructura de doble hélice de nuestro ADN. Como sabemos, este paso significativo para entender nuestra estructura genética les llevó a merecer el premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962. Pero pocos recuerdan que el propio Crik defendió hasta su muerte, en julio de 2004, que los patrones de vida primigenios fueron sembrados por avanzadas civilizaciones extraterrestres. Desde luego, ello no se mencionó en la conferencia de la NASA que asistí en California.
Nuestra galaxia, con cientos de miles de millones de estrellas, es tan sólo una de tantas en el Universo. Aunque éste no es un argumento científico para defender la posibilidad de vida extraterrestre, no deja de ser inquietante la estadística en sus números. Lo raro no sería que haya otra forma de vida en el Cosmos, sino el que no existiese. Pero, ¿qué dice la ciencia de todo esto? ¿Civilizaciones extraterrestres nos observan? ¿Desde cuándo si fuese así? En el marco de la conferencia en la NASA, un científico se puso incómodo cuando le consulté sobre el extraño objeto tubular fotografiado en los cielos del planeta rojo, en marzo del 2004 por la sonda Spirit.
“No creo en los ovnis” —fue la respuesta que me dio a boca de jarro—.
¿Acaso ignoró que aquel término no define un vehículo espacial, sino, como lo indican sus siglas, un “Objeto Volante No Identificado”?
La posible vinculación extraterrestre con Marte es un tema muy sensible que la NASA ha intentado a toda costa silenciar. Les molesta, y mucho.
Nuestro vecino espacial, desde hace siglos, ha inspirado la imaginación humana. Con la aparición del telescopio numerosos científicos aseguraron haber visto “canales” y hasta presuntas construcciones en la superficie del planeta rojo. Hoy en día la NASA asegura que aquellos canales son los restos de enormes ríos que otrora surcaron Marte. Y de las construcciones, formaciones naturales. Pero no sólo se vieron “cosas raras”. El 20 de enero de 1919, Guillermo Marconi —inventor de la telegrafía sin hilos, Premio Nobel— declaraba a The New York Times que había detectado posibles señales inteligentes procedentes de Marte. Y no fue el único, pues hasta el célebre Nicola Tesla sostuvo lo mismo. ¿Vida inteligente en Marte?
Hay un hecho curioso en 1997.
Ese año se realizó un acucioso estudio en una variedad de meteoritos que, por su composición química, procedían de Marte. No hay que extrañarse, pues de acuerdo a los hombres de ciencia cada año llegan a la Tierra unas 100 toneladas de material desde el planeta rojo. El meteorito del escándalo se halló en 1984, en medio de los hielos de la Antártida. El ALH84001 —como le catalogaron— contenía unas diminutas estructuras tubulares que fueron desveladas por la NASA en 1996 como: “probables microorganismos fósiles semejantes a bacterias”. De acuerdo a ese estudio, los microorganismos de Marte tenían por lo menos unos 3.600 millones de años de antigüedad. Pero hay más: científicos de la Universidad Abierta de Reino Unido hallaron vida en un segundo meteorito, el EETA7901. Lo inquietante es que los organismos hallados eran mucho más jóvenes. Habrían existido en Marte hace sólo 600.000 años…
En algunos aspectos, Marte es similar a la Tierra. La inclinación de su eje en relación con el plano de su órbita alrededor del Sol no difiere mucho del nuestro (23.5 grados). La rotación sobre su eje es similar a nuestras 24 horas. Su forma también, pues no es una esfera perfecta, sino que al igual que nuestro planeta presenta un ligero achatamiento en los polos y un ligero abultamiento en el ecuador. Tiene cuatro estaciones, y como la Tierra casquetes polares, montañas y desiertos, aunque Marte en la actualidad es demasiado frío, con una temperatura media en todo el planeta de -23 °C. Quizá, no siempre fue así. Y si cabe esa posibilidad, tendríamos que preguntarnos qué sucedió.
Cuando Daniel Goldin, el otrora número uno de la NASA, anunció en la conferencia de prensa del 7 de agosto de 1996 el hallazgo de los microorganismos marcianos, el Centro Espacial Johnson en Houston parecía temblar de la emoción. Pero el entusiasmo fue en vano, pues el propio Goldin, antes de acceder a su poderoso cargo en la Agencia Espacial Norteamericana, había formado parte por cerca de 25 años de una empresa relacionada con proyectos de alto secreto para el Departamento de Defensa. Desde que Goldin ingresó a la NASA muchos civiles que trabajaban en ella han sido “reemplazados” por antiguos miembros del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. En otras palabras, estamos hablando del mismo programa de “censura” que mencioné en el capítulo anterior al tratar el caso Roswell. Por esta razón no tenemos certeza de que la NASA le diga al mundo qué hay o qué hubo en Marte. Hasta el día de hoy, en que escribo estas líneas, personal de la NASA ha denunciado ser víctimas de manipulación por parte de sus superiores, censura, y hasta amenazas.
Pero, a pesar de estos encubrimientos, se disponen de datos más que reveladores para preguntarse si el planeta rojo vivió una verdadera catástrofe cósmica que puso en jaque a sus formas de vida. Sin duda, no deja de ser sospechosa la órbita excéntrica y elíptica de Marte, por momentos muy cerca del Sol, y en otras etapas muy lejos de él; apenas tiene campo magnético, y la gran mayoría de sus cráteres no se hallan distribuidos aleatoriamente, sino concentrados en un sector del hemisferio sur…
De acuerdo a experiencias de contacto extraterrestre, hace miles de años existía un planeta entre las órbitas de Marte y Júpiter. Este mundo, al que llamaré “Maldek”, estalló comprometiendo sensiblemente a Marte por su cercanía. Consecuencia de esta catástrofe cósmica sería el famoso cinturón de asteroides que se encuentra entre Marte y Júpiter. Una revelación que podría resultar fantasiosa, sin embargo científicos de la ex Unión Soviética llegaron a las mismas conclusiones, denominando “Faetón” o “Planeta X” al posible cuerpo celeste que acompañaba a Marte. El planeta hipotético toma su nombre de Faetón, el hijo del dios del Sol Helios en la mitología griega, que intentó conducir el carro solar de su padre durante un día, con resultados desastrosos, y que fue finalmente destruido por Zeus. Aunque al día de hoy los astronómos más conservadores creen que el cinturon de asteroides son los restos de un “disco protoplanetario”, la teoría del planeta desaparecido aún no ha sido totalmente descartada. Supuestamente, ese planeta y Marte, conformaban una importante civilización extraterrestre.
¿Hay acaso alguna evidencia de esa “civilización” en el planeta rojo?
Pirámides en Marte
Volviendo a las primeras observaciones de Marte a través del telescopio, probablemente uno de los primeros en reportar los misteriosos surcos marcianos fue el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli. Ya en 1877 había observado lo que el llamó “canali” —de allí la traducción a “canales”— siendo aceptada su evidencia de construcciones inteligentes en Marte por numerosos científicos de la época, entre ellos el norteamericano Percival Lowell, de la Universidad de Harvard.
Sin embargo, para constatar las posibles —y verdaderas— construcciones marcianas, lejos de los famosos “canales”, tendríamos que aguardar la carrera espacial.
Así como los rusos fueron los primeros en poner un hombre en el espacio (Yuri Gagarin, 1958), también harían historia en las exploraciones espaciales a Marte al enviar la primera sonda en noviembre de 1962: la Marte 1.
Pero, lamentablemente, se “perdió” contacto con ella el 21 de marzo de 1963.
La NASA no quiso quedarse atrás. El 5 de noviembre de 1964 envió su Mariner 3. Sin embargo, los norteamericanos perderían el control de la sonda en una etapa muy temprana de su misión. A pesar de ello, EE.UU. insistió con Marte enviando una nueva sonda, la Mariner 4, lanzada al espacio con sólo tres semanas de diferencia desde el proyecto anterior. Y aunque la nave llegó a aproximarse al planeta rojo, enviando unas 21 fotografías —mostrando un mundo desierto y sin vida— los científicos sabían que recién estaban acariciando el velo de un misterio mayor. Quienes creían en ello no se equivocaron.
La sorpresa la daría la Mariner 9. Era el 8 de febrero de 1972. Dos meses después de haber iniciado su misión, la sonda norteamericana sobrevolaría el área conocida como “Cuadrángulo de Elysium”. Lo que hallaría el ingenio espacial, opacaría las imágenes transmitidas anteriormente del llamado “Olympus Mons”, cuya altura triplica tres veces a nuestro Everest. En esta ocasión, los científicos se hallarían ante algo marcadamente distinto.
La Mariner 9 envió una fotografía —la MTVS 4296— que revelaba un conjunto de pirámides tetraédricas en Marte. El 7 de agosto del mismo año las volvió a fotografiar, y entonces se disiparon las dudas: ¡Se había hallado pirámides en Marte! Estas pirámides se elevan hasta un kilómetro de altura por encima de la llanura circundante: la Elysium Planitia. Por ello se les conoce como “las pirámides de Elysium”. Se ha calculado que el volumen de la mayor de ellas es 1.000 veces el de la Gran Pirámide de Egipto, mientras que su altura es 10 veces la de esta…
¿Son sólo un capricho de la naturaleza, como ha pretendido hacer creer la NASA? ¿O nos encontramos ante los restos de una avanzada civilización extraterrestre en Marte?
Para J.J. Hurtak y Brian Crowley, es absurdo pensar en un accidente geográfico, pues desde mediados de la década de los 70, los mismísimos ingenieros de la NASA hicieron fallidas pruebas en un “túnel aerodinámico” para simular la creación de formaciones similares a las que fotografió la Mariner 9. En síntesis, lo que el experimento demostró, fue que la acumulación de tierra o el modelado por el viento no daban lugar a cuatro formaciones tetraédricas uniformemente distribuidas. He allí el punto. No es una, sino cuatro pirámides en Marte. Pero hay más.
El Rostro de Cydonia
La noticia estalló en los laboratorios de la NASA el 25 de julio de 1976. Tobias Owen, miembro del equipo de procesamiento de imágenes de la sonda espacial Viking 1, halló algo extraño en las fotografías tomadas en la región de Cydonia. La imagen (35A72) mostraba un gigantesco rostro humanoide observando desde la superficie del desolado planeta. Parecía un silencioso vigilante. Parecía esconder un mensaje.
No obstante, desde que se descubrió la hoy llamada “Esfinge de Marte”, la NASA no se ha cansado de afirmar que se trata de un juego de luces y sombras. A pesar de las importantes investigaciones de diversos estudiosos como Richard Hoagland —que ha demostrado que la NASA “retoca” sus fotos para hacer lucir a Marte como un desierto con cerros y formaciones naturales— la existencia de aquella enorme cara parece haber pasado al olvido, cuando podríamos hallarnos ante una de las evidencias más sólidas de vida inteligente fuera de nuestro planeta. El propio Hoagland —quien fuera asesor en matemáticas de ciencia aeroespacial para las cadenas de TV NBC y CBS— mostró un aplastante análisis de las imágenes de Cydonia que no sólo revelan el rostro en discusión, sino que, además, cerca de él, aparecen otras construcciones que no en vano han sido denominadas como “La Ciudad” y “El Fuerte”. Y de hecho, también se han hallado otras pirámides a sólo 13 kilómetros de la gigantesca cara…
Arriba: la imagen del presunto rostro en Marte: ¿un mensaje extraterrestre o un cerro con sombras como asegura la NASA?
Tan sólo unas horas más tarde después de que el Dr. Owen descubrió el rostro en las imágenes de la Viking 1, el portavoz de la NASA, Gerry Soffen, convocó a la prensa para afirmar que “no es extraño que los juegos de luz y las sombras hagan estas cosas”. Sin comentarios…
Lo cierto es que para la mayoría de los científicos el enigma de Cydonia quedó finalmente cerrado en 1998, cuando la sonda Mars Global Surveyor obtiene una nítida imagen de la cara demostrando que, finalmente, se trataba sólo de una curiosa montaña (!). Debo insistir en que las acusaciones de ocultamiento de información no son gratuitas, pues diversos investigadores, al comparar las imágenes de la Agencia Espacial Europea con las que muestra la NASA de la superficie de Marte, han hallado los colores y las texturas de los paisajes marcianos “adulterados”. No nos olvidemos que el mismo cuestionamiento pesa sobre las imágenes del Apolo XI en la Luna…
Tampoco se ha explicado satisfactoriamente por qué diversas sondas espaciales se han perdido en sus misiones al planeta rojo. Entre tantos ejemplos, puedo citar la desaparición de la Fobos 1 en 1988, e inclusive de la Fobos 2, lanzada sólo tres días más tarde desde la ex Unión Soviética. Aunque esta última sonda llegó sin problemas a Marte, de un momento a otro se le perdió el rastro. La última fotografía que tomó mostraba a un objeto tubular, según los cálculos de los científicos soviéticos, de 27 kilómetros de longitud, muy próximo a la luna Fobos de Marte…
A EE.UU. no le fue tan bien, pues en agosto de 1993 perdió a la Mars Observer, un proyecto que le había demandado a la NASA alrededor de 1.000 millones de dólares. Y desde entonces, los problemas con Marte han continuado. Sin ir muy lejos, a pesar de haber llegado sin mayor problema a nuestro planeta vecino, la Spirit dejó de transmitir información por unos días (?). Sin embargo se reanudó la comunicación, y allí apareció la discutida fotografía de lo que parece ser otro objeto tubular surcando los cielos de Marte (marzo 2004). ¿Será el mismo que fotografió la Fobos 2, antes de desaparecer, en marzo de 1989?
El misterio de Cydonia y las pirámides de Elysium permanece. Y si atendemos los incidentes ovni que han enfrentado nuestras sondas espaciales, deberíamos preguntarnos si existe alguna forma de vida inteligente desplazándose, atenta, en torno al planeta rojo.
Arriba: la imagen tomada por la sonda soviética Fobos 2 del ovni tubular de 27 kilómetros..
El rostro de Marte, como señalaba, podría ser un mensaje, ya que se encuentra mirando a las estrellas. Para que alguien lo viese. Para que alguien lo interprete. ¿Acaso una advertencia? Para Mark Carlotto, de la Corporación de Ciencias de EE.UU., el debate sigue abierto. Y tiene razones para pensarlo, pues en los análisis de las imágenes se han hallado rasgos inadvertidos en el rostro marciano, como por ejemplo unas líneas que cruzan a ambos lados de los ojos —y que recuerdan a una diadema—, “dientes” en la boca del rostro, y unas rayas en el tocado que, para ciertos estudiosos, parece ser de tipo egipcio… El gran aporte de Carlotto —y la gran controversia, sin duda— fue el hallazgo de una presunta lágrima bajo el ojo derecho. Si ello se puede constatar, nos encontraríamos ante una importante clave del “mensaje de Marte”.
¿Qué fue lo que pasó en el planeta rojo?
Tendremos que esperar al año 2030, fecha en que la NASA planea enviar un equipo de astronautas a Marte. ¿Nos contarán la verdad?